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Menuda forma esta, es tan espléndida como la cola de un pavo real, extensa armónica, perfecta, como lo seria nuestra vida si nos dejaran traducir aquello QUE ES.
Tenemos un nivel de interferencia tan alto, es tan grande el ruido generado por la cultura, tan tremenda la herencia de contenidos culturales y de cualquier otra especie, que solo el milagro en forma de accidente puede aproximarnos a otra forma de creer en lo que tenemos delante.
La obra del Vaticano, está consumada, en ellos y en ellas, la gran obra de los antiguos alquimistas, la trasformaron estas bestias del averno, en una miserable cultura del dinero, donde todo lo que te ocurre, sucede y acontece, tiene su premio o su castigo sobre la base de los famosos dólares.
¡Estamos construidos en dinero! y esto, que debería ser agonía y tristeza infinita para cada uno de nuestros sentidos se ha convertido por obra y gracia del Vaticano en el espíritu que nos acompaña en este paraíso terrenal.
Lo otro, la existencia de cualquier otra realidad asombra, asusta, pero sobre todo cabrea a los curas del Vaticano, que convencidos como están de que solo existe lo material, cuando se les habla de dios y sus posibilidades se genera un aburrimiento tan feroz que simplemente se duermen.
Se duermen ahora, hasta hace poco te quemaban, y lo hacían tan complacidos. Existe un pacto del Vaticano y de todos los creyentes de la fe católica con la forma mas endemoniada de la existencia, aquella que justifica la injusticia con base en la creencia de la existencia de otras vidas mejores, solamente para los pobres y después de muertos, de los ricos no dicen nada, porque tendrían que hablar pero que muy largo de ellos mismos y ¡esto sí que no!
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