Sunday, December 17, 2006

Cosmogénisis numerológica

COSMOGENESIS NUMEROLOGICA. Otro aburrimiento trascendente.

Los números, serían en principio metafísicos porque a la hora de ordenar los veinticuatro círculos concéntricos, aparece un orden de correspondencias que no es el de los números enteros, tampoco el de los números religiosos o divinos de los griegos, yo nunca he sido tan importante como para pensar que estaba en medio de la divinidad y no en un montón de mierda propia y ajena que es la vida que yo conozco.

Los números geométricos de los griegos, no son estos números forma a los que yo hago referencia, mis números, son míos porque yo lo valgo, mis números son simple geometría dentro de la proporción áurea pero se construyen no por razones gnomónicas, sino por razones de correspondencia.

Comprendo que no es fácil entender, tampoco explicar una cosmogenesis, pero también entiendo que ni yo, ni ninguno de los humanos que conozco lo necesita para ir al supermercado.

La cajera siempre muy guapa ella, nos dice con una sonrisa encantadora que son siete mil quinientas y entonces las tienes o no las tienes y esto no acepta ni progresiones geométricas ni geometrías de n proporciones, son siete mil quinientas, y es este simple acto el que hace inútil todo lo que yo pueda decir y lo que digan los demás.

Son siete mil quinientas.

Sin duda alguna los mejores momentos de percepción de la realidad de toda mi vida los he llevado a cabo o bien cagando o bien en los hipermercados.

Se comprenderá de la poca trascendencia de la que disfruto yo y los que me rodean cuando en sábado, sabadete, se da uno una vuelta por un centro comercial, allá por las ocho o las nueve de la noche cuando al maromo y su señora ya les han abandonado los desodorantes y las buenas costumbres y se pone uno en contacto con la realidad absoluta aquella que en una fiesta completa de los sentidos hace de una cochiquera de cerdos algo de lo más razonable para vivir.

Ninguna trascendencia en mi persona, ningún acto del que pueda estar orgulloso, ninguna explicación mas allá de lo que nadie explica, solo si se quiere entender un argumento numerológico para aproximarnos a lo que es, nunca para describir lo que es.

A mi, mis amigos me hablan de las magias, algunos de ellos las practican otros menos amigos están de intermediarios entre dios y los hombres aquí y allá.

Me encuentro con gente que sabe lo que a uno le pasa, otros curan todo lo curable, los hay que se comunican con los muertos, pero no oyen a los vivos, los hay también que espantan a los malos espíritus y atraen hacia uno los buenos, limpian casas de malos fenómenos, hacen que lo negro sea blanco. Todos poseen poderes, algunos muchos, otros pocos, todo depende de sus propias omnipotencia, pero en el fondo y la forma veo niños asustados ante el panorama que tenemos delante, una humanidad, que ya no lo es, un museo de los horrores que hace pequeño todo lo dicho y por decir.

Yo no puedo participar de todo esto, tampoco de la fiesta permanente de los tenderos y mucho menos aún de la complacencia derivada de nuestros científicos aliados con el poder político y el económico, yo no puedo participar de nada, porque es mi cruda realidad, la de las siete mil quinientas, la que una vez y otra me explica, para el que quiera entenderlo que somos materia y que el espíritu en todas sus manifestaciones nos es ajeno por derecho propio, son siete mil quinientas y entonces yo intento que los espíritus blancos, los negros y los rojos me entiendan, pero no hay nada que hacer.

A mis buenos amigos les digo, ahora que somos materia nos preocupamos del espíritu, cuando seamos espíritu, nos iremos a la bolsa Neoyorquina a invertir nuestro tiempo en tecnológicas y nos pasaremos el día hablando desde el espíritu de las ventajas de la renta fija.

Somos materia, pero es el espíritu lo que parece guiar nuestras acciones, cuando seamos espíritu, será la materia la que nos organice.

Y así debería ser para todos mis hermanos de carne en este mundo, deberían entender que en el más mínimo de sus actos se manifiesta el espíritu, y que lo hace siempre torciendo, desviando tocando las inmensas secuencias de actos para ejecutar algo tan simple como mear. Deberían aceptar que en todo lo que sucede y ocurre aparece lo que acontece aquello inesperado en nuestra conciencia que poco puede hacer, porque la estampilla no estaba prevista en la secuencia del tebeo, pero rápidamente lo tapamos, nos da miedo estar con el culo al aire y aceptar que solo nos salva la intención del acto, nunca el acto en si.

A mí me lo han cambiado todo, lo negro en blanco, a través de lo rojo, pero en todo ello descubro una finalidad última y es pasar desapercibido, dejar como dicen algunos la propia importancia personal, porque si se entiende y se asume lo que digo, como podemos después mirarnos al espejo.

De esta sencilla manera cuando somos materia nos manejan los espíritus y claro siempre por detrás de la realidad, pero es que cuando seamos espíritu necesitaremos del soporte de la materia para manifestarnos, según la linealidad del absoluto y mi propio razonamiento, la cajera del supermercado cuando me dice siete mil quinientas es la mayor manifestación del espíritu que conozco, la mayor de las manifestaciones espirituales de la especie está en esas caras de ángel, angelicales ellos por los cuatro costados cuando al pagarle a la cajera del hipermercado entran en contacto por una vez a la semana con las autenticas manifestaciones del espíritu.

Todo sea por mis amigos, por aquellos que intermedian entre dios y los hombres, por los que organizan las energías sutiles y sobre todo y por encima de todo por todos aquellos, angelícos ellos, que piensan en positivo y actúan haciendo cosas pero que muy buenas por todos los demás.

Amen.

Yo nunca he conseguido ser positivo, nunca, siempre me he encontrado con la enmienda a mi totalidad en forma de personaje televisivo el, que el muy cabrón me ha demostrado además sin pretenderlo que lo mío era pura negatividad, pura ciencia esotérica y puro endemoniamiento.

Me hubiera gustado participar de la ciencia de los tenderos, pero nunca he podido con ese quehacer que da el contar el dinero diariamente y mas desde que sale de las paredes de una forma absolutamente mágica, yo nunca he podido ser televisado por lo tanto no existo.

Lo que en los demás era virtud a mi me lo trasformaban en vicio, lo que en los demás era caridad, a mi me lo trasformaron en estupidez, lo que en los demás era ciencia a mi me lo trasformaron en magia. A mi me lo han cambiado todo en nada y haga lo que haga sigo con una deuda inmensa que no se como pagar.

En la tribu donde yo he nacido, todo está muy claro, existen los derivados del cerdo, jamones, morcillas, chorizos y longanizas y todo lo demás no acepta ni siquiera una duda en la comparación.

Aquí se come todo lo que se puede que es mucho y aun así al día siguiente se vuelve a comer como si no se hubiera hecho nunca, los amigos me dicen que hay hambre psicológico, y que éste por mucho que se coma no se pasa, es el hambre de las grandes hambrunas, que en este país han debido ser tremendas.

Donde vivo, a la una tocan la campana y todo el mundo a comer, antes, a las once aproximadamente han comido, pero ya no se acuerdan, después meriendan y cenan y al día siguiente cagan como Fidel que se marchó al campo y se cambio tres veces de sitio porque le llegaba la mierda al culo.

Esta famosa cagada en el monte, la de Fidel, sirve de ejemplo a todos mis paisanos y como no cagan en esa cantidad, quiere decir que no han comido lo suficiente. Lo demás incluido lo de la cajera pura intimidación.

Yo por la calle cuando salgo de vez en cuando veo un espectáculo que solo se puede comparar con la televisión, veo a todo el mundo intentando ser televisivo y claro casi nadie lo consigue, excepto en las grandes ciudades, donde uno puede ser televisado en cualquier momento y esto se nota, se nota en la actitud general del personal cuando se deja ver, y se nota también en que al parecer y en las grandes ciudades todo el mundo ha sido televisado alguna vez, si no fuera así ya me dirán que hacen allí.

Veo animales donde antes veía personas, nunca he conseguido ver seres humanos, veo animales pero de granja, sin ninguna gracia, veo a la gente que no tiene gracia, los veo desgraciados, sin gracia, excepto a aquellos que acaban de ver su cuenta corriente a tope o han conseguido matar a su marido o mujer, a estos los veo razonablemente felices, sobre todo a las viudas, que completaron sin saberlo la mejor de las estrategias humanas matar al prójimo y quedarse con todo lo que tiene.

Solo veo cara de felicidad y de realización en el asesinato consumado o en el ser televisivo, solo veo la gracia de dios en los asesinos y en los famosos de nuestro tiempo.

En los demás incluida la cajera y el vecino de enfrente, veo animales poderosos o pequeños pero dispuestos a estar siempre de mala leche, confundiendo esta con la agresividad. Veo una mofa continua de todo aquello que pudiera ser patrimonio de la humanidad y sobre todo veo a gente que se inventa unas cosas terribles para poder seguir adelante.

Aquí todo es valido, incluso negarse a comer donde sobre la comida, chiste negro para todo aquel que está pasando hambre, ahora a estos benditos hijos de puta los llaman anoréxicos, cuando lo único que hacen es reírse de la humanidad en su conjunto.

Ahora en el día de hoy se ha puesto de moda entre mis paisanos tener la despensa llena y no comer nada y si se come vomitarlo después. A mí esto me parece la mayor obra maestra de la ingeniería humana, porque reúne todo lo que yo amé siempre, por un lado la violencia sin limite, la ira perfeccionada en un suicidio inmaculado, dirigido a los seres más próximos, para que sin duda se jodan viendo como uno se consume, por el otro lado veo el insulto más esperpéntico a la especie humana, negarse a comer donde otros suspiran por hacerlo.

Es algo así como poner una mesa inmensa de comida delante del que tiene hambre a la vez que se le cose la boca para que no pueda comer, es la anorexia que dicen ahora el mayor insulto personal que conozco a la especie humana, sea por tanto bienvenido, porque yo prometo que ni pensando mil años me hubiera acercado a semejante terrorismo emocional.

Yo pensé antes de conocer a estos benditos hijos de puta (Dios salve a su puta madre), que sabia de los terrorismos emocionales, pero eran todos por contagio, no explicitados en una pauta de conducta, ahora el ingenio humano ha encontrado la mayor y mejor de las secuencias de Lovercraf, estar al lado de la comida y morirse de hambre para joder a los seres más queridos.

Si esto no es arte, que venga dios y lo vea, yo veo así en cada uno de estos anoréxicos, la más profunda manifestación humana del espíritu, que supera y con mucho a la cajera del supermercado.

Si la inquisición levantara la cabeza comprendería que sus torturas eran ingenios de segunda fila, comparado con aquello que la generación punto com. ha emprendido.

Yo les prometo a mis lectores que entre anoréxicos y bulímicos nos llevarán lento pero seguro a otro tipo de mundo, al mundo donde los tormentos más sádicos que podamos imaginar serán obra de unos niños sonrientes, angelicales ellos, que lloran porque no pueden ponerse la talla que quieren.

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